sábado, 9 de agosto de 2014

DIARIO DE BERNALDO FONT (recordando a Stevenson)



Sobre el destino final de nuestro poeta nacional Bernaldo Font, cuya ausencia sigue pesando como una losa sobre nuestro empobrecido universo literario, y sin ánimo  de prolongar las lisonjas – sinceras o no – que han estado lloviendo sobre el autor de “Borrascas” desde su extraña desaparición, a finales del pasado año; todavía unas palabras.
Dado que ya tuvo Font elogios de sobra durante los meses posteriores al suceso, considero que, llegados a este punto, el mejor homenaje es beber el nutritivo néctar que su pluma destila, y vivir, en silencio, su carencia.
Mi cometido no es alabar sino desentrañar – o al menos desbrozar mínimamente - el cómo y el por qué del suceso enigmático que desemboca en su inesperada huida, o muerte o transfiguración en puro recuerdo. Mi herramienta: las últimas páginas de un breve diario personal bastante deteriorado que su hermana, Serena Font - ya fallecida e ignorante de su contenido - cedió a la Universidad donde el ilustre poeta ejerció durante tres décadas.
El documento - para cuyo uso estoy autorizado - se divide en dos secciones; la primera, que abarca unos seis meses, contiene anotaciones diversas, referidas, en su mayor parte, a la elaboración y revisión de su inconclusa colección de poemas - "La noche vertida"-, actualmente en proceso de edición póstuma (?).
Con una frecuencia media de tres o cuatro días, hallamos entradas semejantes a la que inserto como ejemplo:

14 de abril.
Tengo mis dudas sobre el orden de los cantos XI y XII. El hecho de que el primero concluya con el verso "de la ardiente vereda, la añorada visión.", y que el siguiente se inicie con "dulce sueño que en un instante, antaño…", provoca que algo chirríe en mi interior. No me gusta el enlace entre uno y otro poema.
Si invertimos el orden, la cosa quedaría asi:
Final del canto XII: "Se volveran amargas las esquinas."
Inicio del canto XI: "Sin ti, la caricia dorada de la tarde…"
En realidad no sé si eso mejora o empeora la transición.

De un modo similar transcurren la mayoría de los apuntes - memoria más o menos detallada de un proceso creativo -, hasta que, a mediados de verano, Font altera por completo el estilo del dietario, registrando un hecho insólito:


23 de julio.
Esta mañana, mientras revisaba el canto XXVII ("No esperes más, si acaso aunque la vida…") levanté el rostro del papel durante un instante y descubrí a un tipo enclaustrado en el interior del espejo que hay frente a la mesa del despacho. Era yo. De pronto, sentí lástima por aquel hombre calvo y mofletudo, de mirada estúpida y pose altiva.
Intenté redirigir mi concentración hacia el poema, pero fue inútil; otra vez mis ojos se buscaban a sí mismos. De nuevo la sensación de ridículo, de vergüenza. Volví al poema y sólo pude ver palabras ordenadas.
He pasado la tarde bostezando frente al televisor.
Esta curiosa anotación marcaría el inicio de la segunda sección del diario, que abarca desde esta fecha hasta finales de noviembre, cuando Font interrumpe su crónica y desaparece.
El proceso de transformación, según se desprende de lo que el poeta dejó escrito, debió de ser notable, y sin embargo, mantuvo Font el orden de sus ocupaciones cotidianas, y supo ocultar al mundo lo que pareciera una súbita tormenta interior.
Al respecto, añado un comentario de Julio Cuesta, su editor y amigo íntimo:

Bernaldo siempre fue reservado, incluso con los más allegados. En los meses previos a su volatilización no dejó de ser el mismo Bernaldo Font de siempre. Un poco más ausente, quizás, en las conversaciones; un poco más cansado y ojeroso, pero nada como para alarmarse. Recuerdo, eso sí, un episodio singular: le llamé por teléfono más temprano de lo habitual porque necesitaba un dato con urgencia. Me contestó una voz cavernosa, casi desconocida. Yo le consultaba sobre la maquetación de cierto poema; esperé su respuesta,  y tras un largo silencio, susurró antes de colgar: "quémalo todo". Esa misma mañana me llamó al despacho y me explicó, con jovialidad, que no era él sino su alter ego quien me había hablado. Bromeamos. No recuerdo ningún otro incidente similar.
El testimonio de Cuesta constituye el único indicio - suficientemente inquietante, sin embargo - de la peculiar metamorfosis del poeta.

¿Qué ocurrió pues para que este catedrático ejemplar, mago de la palabra escrita, constructor de universos, columnista brillante y artista indiscutible, plasmara sobre las páginas de su diario tales monstruosidades durante los últimos meses de vida conocida?. ¿Es real lo que explica o solo un ejercicio de su oficio? ¿Pudo una celebridad como él, respetado en todos los ámbitos sociales, sumergirse en el fango hasta tal punto y salir indemne antes de desvanecerse?

Traslado aquí algunos retazos de este oscuro memorial; su artífice fue un hombre desdichado, o enfermo, o loco, o acaso únicamente quiso jugar a ser lo que no era y jugó, de este modo, con el posible lector.

30 de julio
Ya tengo el peluquín. Ha llegado esta mañana por correo privado. Tenía mis dudas porque en la pantalla todo se ve bonito pero la verdad es que me sienta bien. Es el típico peluquín de pelo grueso y marrón que evidencia su condición apócrifa y destaca aún más la calvicie que pretende encubrir. Ay, que ganas tengo de ponérmelo esta noche. Esperaré a una hora avanzada y me escabulliré por la puerta trasera, la que hay junto al cobertizo. Mientras llega ese momento, miraré el programa de Luz Melero; es una borde que no sabe hacer la o con un canuto pero tiene un culo increíble. Me pregunto que se debe sentir al hacerlo con un culo fantástico, sabiendo que ese culo pertenece a una imbécil. Ya me excito solo de pensarlo.

2 de agosto
Vaya noche. Mientras trabajaba en el despacho, durante la mañana, no he podido evitar que mi mano se deslizara hasta la bragueta cuando pensaba en cierta señorita, aunque no he llegado a abrir la cremallera. La cosa fue rodada: me puse el peluquín y el chaquetón de cuero y salí a la autovía, a toda leche. Me metí en el primer club de carretera que encontré; "La cantina", se llama: cinco mamarrachos apoyados en la barra y tres putas flirteando con desgana. Me fijé en la más joven, una mulata teñida de rubio que no paraba de canturrear. Menuda furcia. Me tomé dos whiskies y subimos arriba. La verdad es que cualquier puta de carretera folla mejor que cualquiera de las cultas damas con las que he tenido algún affaire. Me gustaría verlas a todas tras la barra, intentado conversar de temas refinados con los clientes. Son peores que las peores putas… las odio a ellas y a todo el universo que representan.

6 de agosto
No conocía la cocaína. Creo que va a ser mi droga, pero debo controlarme. Esta noche, antes de salir, me he metido dos rayas y he mirado la tele. Ese culo de la Melero me ha puesto como una moto y cuando salía de casa ya no me quedaba mucha energía. Tengo que reservar cartuchos para las salidas nocturnas. Esta vez he ido más allá en mis incursiones. Uno se va metiendo en  la noche y se descubren cosas…El "Saint Jack", junto al rio, es increíble; hay para todos los gustos. Me he llevado a una pareja en mi coche; el chico no tenía más de 16 años, aunque aparentaba más; la chica era toda una especialista en tríos. Hemos ido hasta el bosque, junto a los suburbios. Me he puesto morado. Con la coca, además, me ha dado por ponerme violento y eso le ha gustado a la chica. Vaya puta…

15 de agosto
Me estoy pasando, lo sé, pero es preciso que así sea. Paco, el camarero del "Saint Jack", me consiguió una dirección que ha resultado ser una mina; es sorprendente que se encuentren lugares así en el corazón de nuestra civilizada metrópoli. La cosa funciona de este modo: el encargado del tinglado dirige un equipo que recluta menores en los suburbios; todo muy discreto, todo muy legal, digamos. El cuartel general es un piso de lujo por donde transitan niños de todas las edades que sus papás han cedido en alquiler: un negocio redondo. Como es natural, me he aficionado mucho a este remanso de felicidad. De todos modos, siempre remato la jornada con una visita a los puticlubs de carretera. Siento que mi lujuria es insaciable.

3 de septiembre
Me aburro un poco. La vorágine cotidiana ya me tiene frito. Además, aunque dispongo de recursos, me fastidia pagar tanto dinero para obtener placer. Quiero disfrutar sin dar nada a cambio. Esta noche me quedaré en casa, beberé cerveza y homenajearé el culo de Luz Melero.

4 de septiembre
Pretendía quedarme en casa… que estupidez; eso ya es imposible para mí. Necesito la noche para ensanchar mi alma, extender mis alas de rapaz y sujetar las presas en mis garras antes de devorarlas. Pero quiero más, cada vez más…

12 de octubre
Paco, el camarero del "Saint Jack", me está empezando a tocar los huevos. Cada vez que le pido una copa me suelta: "enseguida, académico" o "ahora mismo, Sr. catedrático". Aparentemente se hace el gracioso conmigo, pero yo sé lo que busca. Tal vez se encuentre con una sorpresa.

15  de octubre
Ha ocurrido. Algo nuevo ha ocurrido, y ha sido maravilloso. El imbécil de Paco pretendía chantajearme; ya no eran insinuaciones sino amenazas descaradas. Le he esperado hasta la hora del cierre y he ido a su encuentro en la oscuridad. Un navajazo en el hígado y de cabeza al rio. En ese momento he sentido que mi vida adquiría sentido por primera vez. Mientras regresaba a casa en mi coche me sentía eufórico y excitado. He tenido que parar en un margen y desahogarme antes de continuar.

18 de octubre
He matado a otro ser humano. Tenía una apariencia similar a la mía cuando por las mañanas trabajo en el despacho y recibo a los periodistas o al editor: un tipo calvo, gordito, inofensivo. Era de madrugada; caminaba, con gabardina y cartera, por un sendero del parque, en dirección a la estación Central. Le he llamado desde los arbustos y al acudir le he clavado la navaja en la yugular. Ha caído pesadamente y se ha desangrado en pocos minutos. Entonces he sentido la necesidad imperiosa de orinar sobre su cuerpo.

25 de noviembre
Toda una vida disfrazado con fantasías de moralidad, tratando de escapar de la evidencia con ocupaciones supuestamente refinadas, sin más brújula que mi propio ego, ese objeto despreciable, tan ávido de elogios vacíos, tan ignorante de su verdadera pasión. Ahora sé lo que quiero. Son cuatro asesinatos ya. Cómo he gozado con ellos; cómo gozo recordándolos. Sin embargo, debo cambiar mi escenario, buscar un ámbito geográfico menos comprometedor; un país extranjero, tal vez. El poeta Bernaldo Font y todas sus mentiras se despide. Finalmente, la noche ha triunfado sobre día; el horror descarnado de mi naturaleza genuina impera por completo. Soy libre.

He dedicado jornadas enteras a comprobar la veracidad de estas confesiones y el resultado ha sido, en parte, consolador: Ni "La Cantina", ni el "Saint Jack" existen como tales; tampoco las fechas en que fueron cometidos los supuestos asesinatos se corresponden con sucesos similares, acaecidos en el entorno. No se encontró a un tal Paco flotando en el río con una herida de navaja, ni tampoco el cadáver de un hombre de negocios en el parque cercano a la estación Central, ni el resto de sucesos descritos coinciden con la crónica real.
Pero eso no demuestra que todo sea ficción. Los homicidios sin resolver abundan en nuestra gran ciudad, y no olvidemos que Font era escritor, creador de leyendas, inventor de nombres y lugares que pueden sustituir a otros verdaderos. Si acaso fue asesino, no fue tan cándido como para dejar un rastro provechoso para la justicia.
Y si todo fue invención, ¿qué significa ese intrincado descenso a los infiernos, donde un Bernaldo Font se devora a sí mismo y escupe a un ser tremendo, fabuloso, nocivo para el mundo de los vivos?.
El peso de este enigma me obliga a compartirlo.
 Sin embargo, más allá del lamento por el genio perdido, más allá de la irritante incógnita, se recuerdan sus versos. Con ellos quiero concluir esta divagación (porque llamarlo estudio es pretencioso). La cita - cuyo matiz profético me parece oportuno- corresponde a un fragmento del canto XIX de "La noche vertida", todavía inédita.

…y que al sentir tu vientre la presión
de un goce que no acaba,
la noche te devore como al hijo
de un espantoso dios que escupirá
los restos de tu alma.